[…] gracias al Templo, el Mundo se resantifica en su totalidad.
Cualquiera que sea su grado de impureza, el Mundo está siendo
continuamente purificado por la santidad de los santuarios.
Mircea Eliade
El templo de Todos Santos forma parte de un complejo monástico del siglo XVI, constituyéndose en una de las reliquias arquitectónicas más importantes de la ciudad de Cuenca. El templo está cimentado sobre un promontorio que une las dos terrazas fluviales: la del centro histórico con la zona de El Ejido. Constituyó el sector de Todos Santos un sitio estratégico para los Kañaris e Inkas por la unión de varios puntos astronómicos, cuyos hitos referenciales constituyen el sistema montañoso de nomenclatura ancestral que rodea la antigua Guapondélig.
La importancia del sector de Todos Santos radica que en su espacio, tras la fundación de la ciudad, se estableciera una ermita que, a manera de palimpsesto, se levantara sobre los asentamientos de las culturas milenarias.
El templo de Todos Santos es una edificación de estilo romático-gótico asignado a los oblatos en 1890 (Congregación española creada en 1870) con el afán de conservar el legado religioso y la ideología política europea.
El sector de Todos Santos fue asignado como un punto de comercio artesanal en la periferia de la pequeña urbe, a fin conservar la distancia social entre colonos, criollos y campesinos a quienes se les adoctrinó con la religión católica y se les inculcó la elaboración artesanal de productos necesarios para la sostenibilidad de sus pobladores. La actividad panificadora es una de ellas, la cual subsiste hasta nuestros días y que forma parte del patrimonio cultural de la humanidad.
El barrio Todos Santos dado el progreso económico durante la República fue incorporándose al centro histórico con los procesos de gentrificación y que, a través del tiempo, fue instaurándose como parte de la identidad cuencana desde hace ya trescientos años de vida colonial y doscientos años de vida republicana.
Rudorf Wittkower en su libro En la arquitectura en la edad del humanismo (1958) en referencia a los aspectos estéticos de todos los templos, expresa:
Su majestuosa simplicidad, el sereno impacto de su geometría y la pureza de su blancura obedecen al propósito de despertar en la congregación de fieles, el sentimiento de la presencia de Dios, de un Dios que ha ordenado el universo de acuerdo con leyes matemáticas inmutables, que ha creado un mundo uniforme y bellamente proporcionado, cual consonancia y armonía se reflejan en su templo terrenal (Pág. 29).
Definitivamente, disfrutar del interior del templo es ingresar a una cápsula del tiempo pues, su diseño geométrico de la Edad Media nos adentra a las intrincadas y tenue luminosidad entre sus salas en donde las religiosas se desplazaban ejerciendo sus actividades diarias, cobijadas, además, con el aclimatado espacio por la madera de su mobiliario y objetos antiguos como lámparas, armarios, puertas, candados, clavicordios, etc., decoran sus espacios místicos.
Una estructura arquitectónica en donde se respira el sosiego y la paz interior que conserva la historia como testigo de la Divinidad que aún custodia la ciudad, Atenas del Ecuador.