la nueva geoficción del siglo XXI

Por Alexander Feixar    

La humanidad ha desaparecido de las urbes por el temor a adquirir el mortal virus que desde finales del año 2019 ha escapado de los laboratorios biológicos. Un virus causante de muerte y desolación. Un auto exterminio del mundo que la propia especie humana se ha trazado como auto condena por las insistentes maneras de intento de modificar la naturaleza en el afán de conocer más sobre los componentes, acciones y reacciones del cuerpo a las bacterias de origen zoonótico.  


   Desde las antiguas civilizaciones mesopotámica, egipcia y greco-romana hasta las ciudades contemporáneas; las bacterias han formado parte integral de la vida del hombre, algunas de ellas, mortalmente peligrosas asignándoseles desde las cosmovisiones milenarias, como castigos divinos. Sin embargo, con los avances de la Ciencia se determina su origen y mutaciones a través de experimentos que logran elaborar efectivos represivos.

    En este contexto, hasta que la ciencia encuentre una cura al nuevo virus Covid-19, la ciudad luce desolada y vacía. Una imagen que evoca el imaginario del Romanticismo del siglo XIX como simbolismo del colapso del poder  y la libertad espiritual del hombre en la era del consumismo capitalista y el triunfo del Feudalismo contemporáneo.

   La libertad no es material sino espiritual. El confinamiento ha dejado en claro que el hombre depende de la dinámica humana de la urbe para socializarse, consumir y consumirse a sí mismo. La ciudad es una metáfora del paso del tiempo, y por otro lado de la apropiación cultural de una civilización sobre otra.

  El confinamiento, finalmente, obligó a la especie humana a desaparecer de las urbes y permanecer en el encierro de sus hogares y abrir nuevas ventanas tecnológicas para relacionarse virtualmente con sus congéneres y de esa manera, sobrevivir a la primera crisis humanitaria del siglo XXI.

   Se trata de un insólito acontecimiento con el cual el hombre puede reflexionar sobre su existencia dentro de la naturaleza cambiante cubierta de una extraña atmósfera de muerte y desolación que clama por su recuperación ambiental.

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