La incorporación analógica de la Banda sonora a la “banda de la imagen” efectivizada en 1927, estableció para el cine, un importante giro estético. En efecto, el nuevo elemento sonoro expandió el rango de la experiencia estética de la realidad visual conseguida hasta entonces por la música en vivo a niveles más amplios de percepción sensorio-acústico.


    Esta nueva forma de percepción acústica en sincronía con la imagen, ha motivado al guionista contemporáneo, a reconsiderar el mundo de los sonidos evocándolos incluso, desde el proceso mismo de la escritura del guion; pues, a partir de la primera grafía (compuesta por imagen mental e imagen acústica) es con la cual se determina un universo dramático en diversos grados de importancia narrativa con respecto a la imagen.

     En el sentido saussureano -referido a la escritura del guion- involucra un proceso mental con el cual se “actualiza” el sistema lingüístico abstracto de la Lengua, a través de la articulación de los signos, que contienen a su vez, un mundo sonoro-visual predispuesto para su codificación fílmica. Aplicando la teoría lingüística del autor Ferdinand de Saussure para el Diseño de sonido, se diría que: los elementos de la realidad y su materialidad acústico-semántica han sido “aprehendidos” por el guionista para el proceso de pre-realización del mundo ficcional mediante los procesos creativos del Diseño de la Banda sonora de una pieza fílmica.

   La Banda sonora está integrada por cuatro componentes: a) Las voces emitidas por los actores que representan a los personajes ficticios, b) los sonidos resultantes de aquellas acciones físicas efectuadas dentro de la escena. Acciones por un lado, involuntarias, inconscientes y por otro, acciones conscientes, voluntarias y con altas cargas de sentido dramático, c) los sonidos ambientales -en gran escala- relacionados a las atmósferas de la naturaleza y finalmente, d) la música, composiciones melódicas que acentúan la narrativa y dramaturgia de la obra fílmica.

    Cada uno de estos elementos sonoros se caracterizan por su propia plasticidad acústica que, articulados conforme a una lógica, le proveen a la obra cinematográfica de la tridimensionalidad y de la textura semántica necesarias para su consecuente valoración estética por parte del espectador y de la crítica cinematográfica. 

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